Mares y Océanos II

Autor: Jordi Miralles

La amenaza de las bioinvasiones

Antaño, hace unos 2,500 millones de años, el mar sirvió de caldo de cultivo para el desarrollo de la vida en la Tierra. Gracias a algas capaces de desprender oxígeno, que saturaron primero el agua marina y después la atmósfera, se formó la capa de ozono hace unos 600 millones de años. Merced a la protección del ozono estratosférico contra la radiación, la vida pudo asentarse en la tierra firme protegida de los letales rayos ultravioletas que el ozono absorbía. Durante milenios las comunidades de organismos marinos siguieron evolucionando según las leyes de la naturaleza. Actualmente, la actividad humana ya ha sido capaz de modificar este ecosistema. Las consecuencias de estas variaciones en el ecosistema marino debido a la introducción de organismos alóctonos son imprevisibles, especialmente a escala local que es donde con mayor virulencia pueden manifestarse.

Uno de los agentes implicados en el fomento de las invasiones en los ecosistemas marinos es el transporte internacional de gran tonelaje puesto que los barcos llevan un lastre con agua marina que toman en un puerto y liberan en otro que puede estar en las antípodas del lugar de origen. Entre las principales flotas del mundo hay más de 30,000 barcos mercantes cuya capacidad de lastre es de 2,250 millones de litros. Comunidades enteras de plancton, crustáceos, peces y otros organismos que viven en los sedimentos se convierten en polizones al ser succionados para llenar los tanques de lastre. Por ejemplo, en una bahía en el estado americano de Oregón fueron detectados 367 organismos marinos de la fauna japonesa cuatro años después de que unos barcos procedentes de este país soltaran el agua de lastre en la misma. Entre las bioinvasiones provocadas por el agua de lastre podemos citar la de ctenóforos en el mar Negro, las floraciones de dinoflagelados en la costa australiana o los mejillones zebra en los Grandes Lagos americanos.


Áreas singulares amenazadas en el litoral

Las praderas de posidonia

Pradera de Posidonia.
Pradera de Posidonia.
(Foto: Alberto Romeo via Wikimedia Commons)

Una de las comunidades vivas más interesantes del litoral son las praderas de Posidonia oceanica. Se trata de una planta superior, no de un alga, que habita agrupándose en extensas formaciones vegetales como si de un bosque se tratara. Viven frente a la costa sobre fondos arenosos entre 0 y 25 m hasta un máximo de 40 m de profundidad. Sólo en el litoral mediterráneo ibérico se calcula una extensión de praderas marinas de unos 3,551 Km². Sin embargo, en las últimas décadas, estas comunidades marinas han sufrido los efectos de la contaminación orgánica, térmica y agraria, así como la de las extracciones pesqueras con cercos de fondo, arrastre o el marisqueo con gánguil. Igualmente, han incidido negativamente sobre las posidonias la hiperfrecuentación del litoral (fondeo de embarcaciones deportivas, instalaciones náuticas, construcción de puertos deportivos, regeneración de playas, etc). Entre las principales causas de su regresión se constata la eutrofizacion de las aguas costeras así como la degradación del litoral marino.

Los arrecifes coralinos

Los arrecifes coralinos conforman el ecosistema marino con mayor diversidad y fueron, sin duda, el crisol del nacimiento de la vida en nuestro planeta. No ocupan más del 0.17% de la superficie marina pero constituyen el hábitat de un 25% de las especies marinas. De ahí que les valga el apodo de “selvas tropicales marinas“. Al igual que las selvas tropicales los arrecifes coralinos son auténticos reservorios de sustancias de gran interés para la ciencia médica. Para los 109 países que albergan los más de 100,000 km². de arrecifes coralinos estos constituyen una riqueza económica de primer orden puesto que el nivel de producción pesquera es entre 10 y 100 veces superior al del mar abierto. Los pescadores que faenan de forma artesanal en los arrecifes coralinos proporcionan alrededor de un 25% del pescado capturado en los países en vías de desarrollo.

La principal preocupación por la conservación de los arrecifes coralinos proviene de las observaciones científicas de su desaparición alarmante. Las causas principales son la contaminación y probablemente el cambio climático.

Los manglares

El manglar es un ecosistema cuya estructura viene dada por el árbol del mangle, cuya característica biológica es la de soportar cambios constantes de salinidad, altas temperaturas y escasez de oxígeno. El manglar se distribuye por las costas tropicales y subtropicales, en áreas protegidas de los vientos dominantes y aguas poco profundas tales como bahías, lagunas litorales, deltas fluviales, etc. El ecosistema del manglar destaca por su elevada biodiversidad. En sus aguas se reproducen y viven gran multitud de peces, langostinos y una gran variedad de mariscos. Tradicionalmente, han sido áreas muy apreciadas para la pesca artesanal. Sin embargo, en estos últimos lustros se ha destruído gran cantidad de superficie de manglares en todo el mundo. La causa principal ha sido la conversión de estas zonas litorales en espacios destinados a la acuicultura. Esta transformación de los manglares en lagunas para la acuicultura supone uno de los mayores atentados a la biodiversidad mundial.


Tratados marinos internacionales

En la última mitad de este siglo, los países con intereses en mares y océanos se han visto obligados a reunirse en comisiones ejecutivas o a firmar acuerdos para intentar paliar los crecientes problemas ecológicos relacionados con la explotación de los recursos marinos y su utilización en general. En estos momentos, el derecho marino internacional empieza a ser tan vasto como el propio océano, aunque a menudo no se respeta.

Sin ánimo de ser exhaustivos, mencionamos algunas de las organizaciones y convenios más relevantes.

A mediados de los años 60 se creó la International Maritime Organization (IMO) con el objetivo de establecer regulaciones internacionales sobre la navegación a raíz de las grandes catástrofes de petroleros accidentados. La regulación de muchos aspectos relacionados con el transporte marítimo ha permitido disminuir en un 60% la polución causada por petroleros.

La International Whaling Comission (IWC) fue creada en 1947 para coordinar la pesca de ballenas entre los países que la llevaban a cabo. En 1985 consiguió establecer una moratoria a favor de la pesca de la ballena que fue ratificada en 1993. A pesar de ello, algunos países como Noruega y Japón se han negado a respetarla.

La Comission for the Conservation of Antarctic Marine Living Resources regula la extracción de los recursos marinos alrededor de la Antártida exceptuando ballenas y focas. El año 1991 estableció un límite en la captura de krill, el diminuto zooplancton que configura la base de la cadena alimenticia antártica.

La Convención de Londres es un organismo compuesto por 70 países creado en 1972. Su objetivo es el de regular la emisión de residuos tóxicos al medio marino. Su principal labor ha consistido en conseguir detener los vertidos de residuos nucleares. Desde 1992 existe una moratoria para no tirar al mar ningún desecho radioactivo. La Agencia de Energía Nuclear de la OCDE supervisó entre 1967 y 1982 la descarga de unas 95,000 t. de residuos radioactivos en el Atlántico. Según los expertos, antes de la moratoria se estaban vertiendo alrededor de 2,665,000 toneladas de productos radioactivos.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre las Reservas de Peces Sedentarios y Migradores celebrada en 1995 adoptó un tratado internacional vinculante para regular la pesca de estos.


Bibliografía

  • El mar que nos rodea. Carson, Rachel. (1980). Grijalbo. Barcelona.
  • El abandono de los océanos. Weber, Peter. (1996). Cuadernos Worldwatch. Bakeaz, Bilbao.
  • Transporte marítimo y medio ambiente. Un binomio reconciliable. Piniella Corbacho, Francisco. (1996). Universidad de Cádiz. Cádiz.
  • Atlas del Medio Ambiente. G.Lean, D.Hinrichsen, A.Markham. (1993). Algaida Editores. Sevilla.


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