La Población
Autora: Carmen González Muñoz
La relación población/desarrollo: una cuestión ambiental clave
El explosivo aumento de la población mundial y los desequilibrios que caracterizan su composición y estructura, junto con el contexto socio económico en el que estos fenómenos se producen son, en nuestros días, cuestiones claves para entender la crisis ambiental. Durante milenios, según nos muestra el gráfico, la población del mundo creció lentamente, dado que los nacimientos apenas superaban a las defunciones y que se producían periódicas y catastróficas sobremortalidades, debidas a la escasa alimentación, las epidemias y las guerras. La superación de estos factores, las revoluciones agrícola e industrial, la mejora en las condiciones higiénicas y otros adelantos explican el acelerado crecimiento de la población mundial desde finales del s. XVIII y la explosión demográfica especialmente evidente en el s. XX.
La población mundial, así, ha crecido más en estos dos últimos siglos que en todos los anteriores, doblando sus efectivos en los años posteriores a la 2ª Guerra Mundial. En la última década se han registrado tasas de crecimiento del 1.7% anual (1985-90), con incrementos anuales de 90 millones de personas. El resultado es que la población de la tierra cuenta en la actualidad con más 6,000 millones de habitantes, mientras que hacia mediados del s. XVIII apenas estaba constituída por 728 millones, a mediados del s. XIX por 1,171 millones y a mediados del siglo XX por 2,516 millones de habitantes. Y en el futuro, según algunas estimaciones, la tierra podría superar los diez mil millones de personas (9,400 millones en el año 2050, 11,200 millones en el año 2100).
La preocupación por los efectos sobre el medio ambiente de una población de tal magnitud y por las disponibilidades de recursos para atenderla, resultan comprensibles a la luz de estas cifras y se agrava al coexistir la explosión demográfica con un modelo socioeconómico que propicia otra explosión no menos preocupante, la del consumo, masivo ya en las sociedades industrializadas, y que favorece situaciones de grave desigualdad, en la que el 20% rico de la población mundial se reparte el 80% de los recursos. Ambas cuestiones, explosión demográfica y explosión del consumo no pueden, pues, considerarse por separado ni aislarse de los modelos de desarrollo que se planteen; por ello, es necesario afrontar la cuestión desde ambos aspectos, población y recursos, y buscar modelos de desarrollo más justos.
La explosión demográfica y los desequilibrios de la población
La explosión demográfica es, pues, una de las grandes preocupaciones ambientales de fines del s. XX. Y, aunque el ritmo de incremento parece haberse hecho más pausado, con “sólo” 81 millones de personas al año, si no se reduce, en el año 2025, según cálculos de los expertos de la ONU, que nos muestra el gráfico, la tierra habrá aumentado en 2,200 millones de personas más y estará poblada por más de 8,039 millones de habitantes.
Evolución Histórica de la Población Mundial |
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Horizontal: Desde (-5000) millones de años hasta 1997 Vertical: De 0 a 6000 millones de habitantes |
El Futuro Inmediato |
Pero la población de la tierra presenta, además, acusados contrastes en su distribución espacial y notables desequilibrios en su composición. Así el 90% vive en el hemisferio norte; el 50% se sitúa entre los 20º y 40º de latitud norte y preferentemente en la periferia o por debajo de 500 m. Ciertos factores naturales, como el clima o el relieve, justifican la atracción de algunas regiones y los vacíos de otras, pero son factores humanos, sociales, económicos, políticos y de comportamiento demográfico, los que explican la distinta ocupación del espacio.
Se producen también desequilibrios en la estructura de la población y en su distribución por edad, sexo y niveles de desarrollo, los cuales no han hecho más que acrecentarse con la explosión demográfica, dado que, en nuestros días, se da básicamente en los países subdesarrollados o en desarrollo, cuya fecundidad se mantiene alta, mientras que declina en los desarrollados, los cuales hace ya tiempo han superado la fase de transición demográfica.
Consecuencia de este desigual crecimiento son las muy distintas cifras de población entre regiones y sus diferencias en la edad. Así, en los años cincuenta de nuestro siglo, con una población en torno a los 2,500 millones, unos 800 millones, el 32%, vivían en los países desarrollados, mientras que los restantes 1,700, el 68%, lo hacían en los subdesarrollados o en vías de desarrollo. Mediados los noventa, de los 5,500 millones censados sólo un 24%, unos 1,300 millones vivían en países desarrollados, representando los subdesarrollados un 76% del total, unos 4,200 millones de personas.
Y en el futuro todos los cálculos apuntan en el mismo sentido: en el 2025 sólo 1,220 vivirán en regiones desarrolladas, aproximadamente un 20%; 1,159 en países subdesarrollados y nada menos que 6,818 se situarán en las regiones menos desarrolladas, lo que significará que un 80% vivirá en los países más desfavorecidos económicamente. Considerados por zonas, será en Asia Meridional, África y los Países Árabes donde se producirán los crecimientos demográficos más fuertes, siendo más moderados en Asia Oriental, América Latina y Caribe. En el lado contrario, tanto en América del Norte como en Europa la población, salvo por vía de inmigración, no aumentará casi nada o descenderá, dado que su media de fecundidad, apenas 1.7 por mujer, está por debajo de la tasa de reemplazo, 2.1 hijos por mujer. Así, Europa, que en 1990 tenía 498 millones de habitantes, pasará, si estos datos no cambian, a tener sólo 486 millones en el 2050.
En los países ricos y desarrollados la población, además, envejece de forma alarmante. El contraste de esta situación con la de países en desarrollo que mantienen alta su fecundidad en presencia de mortalidades bajas es evidente en los casos que ilustra el gráfico, que enfrenta la Pirámide de Población de Suecia con la de Uganda. Nos encontramos ante un mundo joven y pobre o con dificultades de desarrollo y otro envejecido y rico.
Otro desequilibrio básico es el que afecta al reparto de la población por sexos y a la situación de la mujer. De los 5,300 millones de habitantes que tenía el mundo en 1990, menos de la mitad, 2,630 millones, eran mujeres, aunque las desigualdades regionales fuesen y sigan siendo considerables. En muchos países esta población femenina sufre una clara discriminación, que afecta a sus derechos cívicos y a su nivel de nutrición, de atención sanitaria o de educación. Su papel es, sin embargo, esencial en el comportamiento demográfico; la fecundidad está muy relacionada con cuestiones tales como la edad de contraer matrimonio [alrededor del 50% de las mujeres africanas, el 40% de las asiáticas y el 30% de las latinoamericanas se casan antes de los 18], lo que constituye un indicador de alta fecundidad, su nivel de educación, el uso o no de anticonceptivos, etc.
Las políticas demográficas y los planes de desarrollo han tendido con frecuencia a olvidar estos aspectos, reforzando a veces su papel reproductor. Hoy en día se considera que la mejora de su estatus y su participación en la gestión de los programas demográficos es de suma importancia para el tratamiento de los problemas ambientales.
Pobreza y Migración. La brecha Norte – Sur
La brecha que separa a los países desarrollados del Norte de los del Sur en desarrollo ha aumentado en las últimas décadas. Pero, a su vez, el Norte tiene dentro su propio Sur [sus marginados] y el Sur, dentro del cual se manifiestan también crecientes desigualdades, su propio Norte [sus potentados]. Los niveles de riqueza y pobreza, y la dinámica poblacional son dos buenos indicadores de esta situación.
Más de una quinta parte de la humanidad vive todavía en unas condiciones extremas. El cuadro nos ilustra sobre las dimensiones y evolución de la pobreza en los países en desarrollo, observándose en él algunas mejoras globales, pero con una distribución muy desigual. En los países asiáticos, con algunas excepciones, la situación está mejorando, pero todos los indicadores de pobreza empeoraron en el África, al Sur del Sahara y en América Latina y, en menor medida, en otras zonas. Las desigualdades se manifiestan también entre sexos y edades: el mayor porcentaje de pobres se da entre las mujeres y casi los dos tercios de la población por debajo de los umbrales de pobreza tiene menos de 15 años.
Porcentaje de la población por debajo del umbral de pobreza | Nº de personas pobres (millones) | |||||
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Regiones | 1985 | 1990 | 2000 | 1985 | 1990 | 2000 |
Todos los países en desarrollo | 30.5 | 29.7 | 24.1 | 1,051 | 1,133 | 1,107 |
Asia Meridional | 51.8 | 49.0 | 36.9 | 532 | 562 | 511 |
Asia Oriental | 13.2 | 11.3 | 4.2 | 182 | 169 | 73 |
África ( Sur del Sahara) | 47.6 | 47.8 | 49.7 | 184 | 216 | 304 |
Oriente Medio y Norte de África | 30.6 | 33.1 | 30.6 | 60 | 73 | 89 |
Europa Oriental (a) | 7.1 | 7.1 | 5.8 | 5 | 5 | 4 |
América Latina y El Caribe | 22.4 | 25.5 | 24.9 | 87 | 108 | 126 |
(a) No incluye a la antigua URSS. Fuente: Ravallion, Datt y Chen, 1992. (Tomado de “Informe sobre el Desarrollo Mundial 1992” Washington. Banco Mundial-1992) |
Esta situación significa un fuerte contraste con el despilfarro y la sobrealimentación de los países ricos del Norte y una gran presión sobre los recursos, que es también una presión sobre el espacio: las poblaciones se desplazan de sus zonas de origen en busca de lugares más seguros o más respetuosos con los derechos humanos, y con mejores condiciones de vida, abandonado el campo por la ciudad o persiguiendo en los países desarrollados el bienestar que no encuentran en los suyos de origen. Así, en 1990, la mayoría de la gente vivía en zonas rurales; en el 2030 la población urbana será el doble de la rural; en el año 2000, pese a algunos signos de desaceleración, 21 ciudades tendrán más de 10 millones de habitantes y de ellas 17 estarán en países en desarrollo.
En el ámbito internacional, la mayor parte de las migraciones se están produciendo desde los países del Sur [países jóvenes con un elevado crecimiento demográfico y bajo nivel de vida] hacia los países del Norte, con una población envejecida, escaso o nulo crecimiento demográfico y alto nivel de vida, pero que se resisten a compartirlo encerrándose en sus fronteras- castillos. Más de 60 millones de ciudadanos de países pobres pueden estar en disposición de “invadir” los países ricos en busca de recursos, con un flujo actual ya de más de 2 millones de inmigrantes al año. Se estima en más de 125 millones de personas los migrantes internacionales en todo el mundo, la mitad de ellos en países en desarrollo.
Población y recursos
La preocupación por los efectos de la población sobre el medio ambiente y la disponibilidad de recursos crece si tenemos en cuenta que la explosión demográfica coexiste con un modelo socioeconómico que propicia otra explosión no menos importante, la del consumo, masivo ya en las sociedades industrializadas, y que favorece situaciones de grave desigualdad, en la que el 20% rico de la población mundial se reparte el 80% de los recursos.
Ambas cuestiones, explosión demográfica y explosión del consumo no pueden, pues, considerarse por separado ni aislarse de los modelos de desarrollo que se planteen; por ello, es necesario afrontar la cuestión desde ambos aspectos, población y recursos, y buscar modelos de desarrollo más justos.
Hacia un nuevo modelo de desarrollo sostenible
Hacer frente a los problemas hasta aquí descritos requiere un análisis y unas soluciones que van bastante más allá de lo meramente demográfico. No cabe cargar toda la “culpa” sobre el crecimiento poblacional, si bien éste deba ser controlado, sino que hay que revisar el modelo productivista y consumista en que vivimos. La población está influída por factores sociales, culturales, económicos, etc. y, a su vez, los influye; es al tiempo, causa y efecto; las interrelaciones son continuas. Existe hoy un amplio consenso en considerar que la pobreza persistente y generalizada y las graves desigualdades sociales y económicas entre países ricos y pobres, entre mujeres y hombres, tienen una gran influencia en el comportamiento demográfico y en que, a su vez, éste repercute de modo importante en el estado del medio ambiente y, en fin, en el ritmo y la calidad del desarrollo económico y social.
La riqueza despilfarradora de una pequeña parte de la población mundial frente a la pobreza extrema de una gran parte son elementos importantes del problema ambiental; la actitud depredadora presiona sobre los recursos del mundo occidental pero también sobre los países en vías de desarrollo, convertidos en áreas de suministro de materias primas, en fuente de mano de obra y en vertedero de residuos tóxicos, al tiempo que, en estos, la pobreza contribuye a un crecimiento demográfico explosivo y a una gran presión sobre los recursos. Debe así atenderse a las causas profundas de estos fenómenos, en cuya base se encuentra un modelo económico, el de la sociedad de consumo propio de los países industrializados, cuya generalización produciría su propio colapso. Si todos los países se comportaran como países desarrollados, con sus altos consumos y producción de desechos, seguramente ninguno podría seguir siéndolo; la capacidad de carga de la tierra no lo resistiría. Habrá que repartir mejor para crecer juntos.
Es necesario, por tanto, caminar hacia un nuevo modelo de desarrollo que vaya más allá del simple crecimiento económico y que aproxime, y no distancie, al mundo desarrollado y a los países en vías de desarrollo; un desarrollo que no sobrepase las posibilidades de renovación de los recursos y que sea solidario con las generaciones presentes y con las futuras. Se trata de un desarrollo que se ha dado en llamar “Desarrollo Sostenible“.
Pero, ¿cómo alcanzar ese modelo?
¿Qué se está haciendo?
La transición hacia un sistema sostenible ha sido analizada en algunos estudios (Meadows, Meadows & Randers, 1992), combinando la situación de la población y de los recursos con las demandas económicas, la tecnología y otros factores en el horizonte del año 2000 y del 2100; en ellos se comprueba que existen relaciones recíprocas inevitables entre la cantidad de personas que la tierra puede soportar y el nivel de vida material a que pueden aspirar; y las cifras varían en función de la modificación de los distintos elementos que intervienen, todos los cuales deben, pues, ser atendidos.
La necesidad de políticas adecuadas de regulación demográfica, se ha puesto de manifiesto desde hace tiempo en las Conferencias mundiales de población convocadas por la ONU. En ellas (Roma 1954, Belgrado 1965, y sobre todo Bucarest 1974, México 1984, El Cairo 1994) se han dado posiciones enfrentadas, pero, en la actualidad, se aceptan políticas de planificación, ya aplicadas en distintos países, aunque relacionadas con otras actuaciones. En El Cairo se consiguió un acuerdo internacional entre 180 países para universalizar estas políticas antes del año 2015, a fin de estabilizar la población mundial en 8000 millones de personas (2025), lo que depende en gran medida de la aplicación de políticas de salud e información reproductiva y del acceso de la mujer a la educación.
La erradicación de la pobreza extrema es también una de las prioridades del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), considerándose factible en los dos primeros decenios del s. XXI. El “Informe sobre el Desarrollo Humano 1997“, señala algunas de las acciones necesarias.
Pero en el transfondo de todo ello está siempre el orden económico internacional y la necesidad de cambiar algunas reglas de juego injustas, como el reparto de la riqueza y otras que acentúan los desequilibrios Norte-Sur y mantienen en situación de pobreza a millones de personas. Por eso las Propuestas de Acción de recientes conferencias internacionales plantean todas estas cuestiones de forma interrelacionada, así el Programa 21 de la Cumbre de Río de Janeiro (1992) o los 15 Principios en que se despliega el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (El Cairo, 1994), que considera a la persona el elemento central del desarrollo sostenible.
Muchos países han modificado sus políticas para incorporar este enfoque, enfatizando las cuestiones de salud y derechos sexuales, de reproducción y de género. La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995) acentuó aún más este proceso. El reciente informe sobre el “Estado de la Población Mundial” de la ONU (FNUAP, 1997) analiza las luces y las sombras de este programa.
Todos los países deben reconocer sus responsabilidades en este sentido, pero a los desarrollados incumbe un especial esfuerzo por promover el desarrollo y reducir los desequilibrios mundiales.
Bibliografía
- Nuestro futuro común. Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo. (1988) Alianza.
- La explosión demográfica. Ehrlich, P.R. y A.H. (1993). Barcelona. Salvat.
- Estado de la población mundial (1997). FNUAP. Naciones Unidas. Nueva York, (1997) (varios años)
- Más allá de los límites del crecimiento. Meadows, D. et al. (1992). El País/Aguilar. Madrid.
- Los desequilibrios demográficos. Novo, M. (1993). UNED/Fundación Universidad-Empresa. Madrid.
- Río 92. Textos y Documentos. ONU. Conferencia de las naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Madrid. MOPT. 1993
- Informe de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo. ONU. El Cairo. 5/13 septiembre, 1994
- Informe sobre el desarrollo humano. 1997. PNUD. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Nueva York, 1997 (varios años)
- Los grandes problemas actuales de la población. Pujol, R. et al. (1993). Síntesis, Madrid.
- La situación en el mundo. Worldwatch Institute. Madrid, 1997 (varios años)