Agua Dulce II

Agua Dulce II

El consumo humano del agua dibuja una situación compleja

Autores: Carmelo Marcén, Javier Benayas y Francisco José Sanz

El consumo del agua va creciendo en todas las culturas pero representa en cada una de ellas valores muy contrastados. Los consumos per cápita difieren notablemente tal como se puede apreciar en el cuadro sobre los Usos del Agua, pero esta cifra enmascara en cierta manera la verdad puesto que ha de ser analizada contrastándola con los diferentes usos del agua. En la tabla se puede apreciar también, es una tónica general en la mayor parte de los países que incluyen los informes internacionales, el elevado porcentaje que suponen los usos agrícolas de agua dulce; también hay que señalar que el porcentaje de usos con respecto a recursos hay que contemplarlo dentro de unas cifras globales de recursos anuales de agua internos renovables que no siempre son utilizables ni se cumplen debido a la irregularidad de los aportes. Con todo, constatamos que algunos países están explotando aguas fósiles en demasía frente a otros que apenas llegan a alcanzar porcentajes del 2% de los recursos anuales.

USOS DEL AGUA

Estados Unidos
Uso per cápita:
1,868 (m³/año)
Abastecimiento (%): 13
Industria (%): 45
Regadío (%): 42
Usos/recursos (%): 19
Bulgaria
Uso per cápita:
1,545 (m³/año)
Abastecimiento (%): 3
Industria (%): 76
Regadío (%): 22
Usos/recursos (%): 7
Japón
Uso per cápita:
732 (m³/año)
Abastecimiento (%): 17
Industria (%): 33
Regadío (%): 50
Usos/recursos (%): 16
España
Uso per cápita:
1,188 (m³/año)
Abastecimiento (%): 12
Industria (%): 26
Regadío (%): 62
Usos/recursos (%): 41
Egipto
Uso per cápita:
1,028 (m³/año)
Abastecimiento (%): 7
Industria (%): 5
Regadío (%): 88
Usos/recursos (%): 97
Madagascar
Uso per cápita:
1,642(m³/año)
Abastecimiento (%): 1
Industria (%): 0
Regadío (%): 99
Usos/recursos (%): 41
USOS DEL AGUA
FUENTE: World Resources Institute. 1996. Datos referidos a años entre 1987 y 1992.
usos del agua
USOS DEL AGUA
FUENTE: World Resources Institute. 1996. Datos referidos a años entre 1987 y 1992.

Existe una convicción generalizada que habla de unos elevados consumos domiciliarios de agua potable en los países que disfrutan de una renta per cápita más elevada; dentro de estos países, los consumos urbanos duplicarían sin duda los consumos de los núcleos rurales. Los países en vías de desarrollo tendrían un menor consumo pero no siempre es así si nos atenemos a las cifras publicadas. En general tienen, aunque las comparaciones son difíciles de comprobar pues enmascaran situaciones de enormes diferencias, consumos del orden de la mitad o de la tercera parte. La internacionalización de la economía puede estar en el origen de los elevados consumos agrícolas de algunos como Madagascar, o la obsolescencia de la industria puede ser la causa de los elevados consumos de otros como Bulgaria. Sin embargo, estas cuestiones exigirían un análisis más detallado y manejar un número mayor de variables.


El papel de los Convenios y Tratados para el uso del agua

El agua es un bien común. Esta afirmación es compartida por la mayoría de los ciudadanos y debe ser el punto de partida ante cualquier controversia acerca del agua.

Muchas de las cuencas hidrográficas importantes son compartidas por varios países. Los pactos que regulan la utilización conjunta de estos recursos superan la cifra de 2,000. Pero en muchas ocasiones las pretensiones de unos países, de unas regiones, originan conflictos con otras. La cuenca del Nilo, el sudoeste de Asia y Oriente Próximo evidencian con excesiva frecuencia esta problemática. El conflicto bélico de Oriente Medio tiene, además de otros muchos componentes, un claro enfrentamiento por la utilización del agua del Jordán. Algo parecido sucede con las aguas de los ríos Tigris y Éufrates que ocasionan disputas continuadas entre Turquía, Siria e Irak. Los códigos de derecho internacional establecen que ningún estado puede perjudicar a otros mediante el uso del recurso agua pero no existen mecanismos que permitan resolver las acciones opuestas.

Las directivas comunitarias que obligan al establecimiento de estaciones depuradoras de aguas residuales en localidades importantes van cumpliéndose poco a poco y están contribuyendo a que el panorama vaya adquiriendo tintes menos dramáticos. Sin embargo, queda todavía bastante camino por recorrer sobre todo en lo que se refiere al tipo de depuración realizada.


Los problemas a escala local se viven más intensamente

Cada lugar, cada pueblo, experimenta la problemática del agua de manera diferente.

El abastecimiento de agua potable se identifica con desarrollo. Así lo entendía la campaña “Agua limpia y medidas sanitarias para todos en 1990” de la ONU dirigida a la mejora de las condiciones sanitarias en los países menos desarrollados. Sin embargo, parece que las condiciones, y estamos ya en los albores del año 2000, no han mejorado. Las cantidades presupuestarias que proyectó la Conferencia del Agua y del Medio Ambiente de Dublín superaban los 36,000 millones de dólares; demasiado dinero para el momento actual.

Mientras las soluciones llegan, la utilización del agua en mal estado sigue originando problemas. En los países desarrollados tienen una expresión casi cotidiana en los medios de comunicación; en los países no desarrollados se cobran vidas a diario. Resultaría difícil encontrar una solución mágica que procurase agua en cantidad y calidad suficiente para las demandas exigidas actualmente en todas las zonas del Planeta; es posible que incluso sea irrealizable.

Las demandas se incrementan, las calidades se deterioran y no existe una distribución equitativa entre las distintas zonas en cada momento. Descartada, por tanto, una solución global, se imponen una serie de acciones parciales destinadas a buscar la adecuación entre las demandas y las disponibilidades.


Todavía son posibles acciones positivas para proteger el recurso agua

La escasez de agua suena a unos a realidad, a otros a exageración y para algunos es sólo el resultado de una mala gestión. Se argumenta que la evaluación de necesidades comporta un margen de imprecisión considerable por lo que es difícil prever el futuro, aunque también se dice que cualquier proyección tiene el valor de puesta en guardia. De cualquier manera, no es necesario esperar a que la escasez de agua global sea una realidad para experimentar los problemas que surgen cuando una sociedad sobrepasa sus límites hidrológicos pues sobran ejemplos de lo que ocurre en los sitios donde ya se han superado esos límites. Es preciso actuar ya de cara a realizar los ajustes necesarios para evitar problemas futuros.

A primera vista, en el conjunto global, quedan pocas dudas de que es necesaria una reconsideración de las tendencias actuales. Entre las medidas que se apuntan sobresalen dos: el ahorro de los recursos y el incremento de los recursos. Estas acciones, con ser necesarias, no son suficientes. Debemos consolidarlas pero hemos de intentar superarlas: hemos de configurar una nueva dialéctica que vaya desde la economía del agua a la cultura del agua para llevar a cabo una adecuada gestión del agua.

En primer lugar, hemos de recuperar el valor primitivo del agua, su valor social y personal. El agua, como antaño, sigue siendo un tesoro. Un tesoro dinámico que se acrecienta con una filosofía del uso en la que participa toda la sociedad. Una filosofía del uso que se fundamenta en dos pilares: el ahorro y la progresiva disminución de la contaminación. En fin, una sociedad que se implica también gestionando adecuadamente el recurso para repartirlo con parámetros de solidaridad.

Para reconstruir ese valor es necesario un debate social que estimule una nueva cultura de grupo basada en una información veraz, en un diálogo continuado que vaya más allá de las leyes; que despoje al agua de unas presiones demasiado mercantilistas que nos impiden comprender su relevancia social. Una cultura que contemple una alternativa olvidada como es el multiuso, uso selectivo del agua, antes que su utilización indiscriminada. Una cultura que sepa que reducir el desperdicio del presente es una de las más valiosas opciones de futuro.

Pero para ir construyendo progresivamente esa cultura debemos empezar cada uno de nosotros mismos reduciendo consumos, adoptando hábitos diferentes y participando en la gestión social integrada del agua. Una gestión social que demande una adecuada gestión administrativa por parte de los poderes públicos. Sólo de esta manera contribuiremos a mejorar el presente y empezaremos a construir el futuro.


Bibliografía

  • Agua Dulce. Amigos de la Unesco y Centre Unesco de Catalunya. Rev. TODOS núm. 4, 1993, Amigos de la Unesco-País Vasco, Bilbao.
  • Geografía de la utilización de las aguas continentales. Bethemon, Jacques (1980). Oikos-Tau.
  • El agua en España. Instituto Tecnológico Geominero de España (1991), I.T.G.E.
  • Mas allá de los límites del crecimiento. Meadows & Randers (1992) El País Aguilar.
  • La Guía Global del Medio Ambiente. Xabier Doménech. (1995). Miragüano Ediciones. Madrid.

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