Amenazas a las tortugas marinas

La etapa de la reproducción es una de las más peligrosas en la vida de las tortugas marinas. Ellas ponen muchísimos huevos durante esa temporada. De esta manera, aún cuando no todos incuben o si, como es usual, muchas de las crías resultan devoradas por los depredadores, por lo menos unas pocas sobrevivirán hasta llegar a la edad adulta en la que, a su vez se reproducirán. Si se perturba este gran esfuerzo que hace una población de tortugas marinas por reproducirse, se pondrá en peligro la capacidad que tienen para mantener el tamaño de su grupo.

En muchos lugares, diversos tipos de actividades humanas están interrumpiendo la reproducción de las tortugas marinas. Con el crecimiento de la población humana y de la demanda de artículos de lujo provenientes de las tortugas marinas, se están matando cantidades cada vez mayores y mayores de estos animales en todas las playas del mundo.

Tortuga laúd muerta en una playa de Tobago
Tortuga laúd muerta en Tobago

La matanza de tortugas adultas, especialmente hembras, es doblemente dañina. Esta acción no solamente le resta un animal al grupo, sino que – lo que es aún más importante – disminuye un miembro reproductivo de esa población. Todos los huevos que la tortuga hembra podría haber producido en el futuro se han perdido.

De igual modo, la matanza de tortugas jóvenes resta a su grupo animales que han logrado sobrevivir el período de su existencia en que son más vulnerables a la acción de los depredadores naturales. Aunque puede ser que durante muchos años no resulten apreciables los efectos de esa matanza, no hay duda de que se reducirá la fuerza de reproducción futura de un grupo de tortugas marinas.

Si se matan muchos animales jóvenes, la producción de huevos y crías en años posteriores será demasiado baja para que algunos puedan sobrevivir a las amenazas de los depredadores naturales y humanos. Las tortugas amenazadas más gravemente por esta situación son, tal vez, las careyes jóvenes de las cuales se cazan grandes cantidades, luego son disecadas y barnizadas y vendidas como elementos decorativos. Puesto que, según parece, las poblaciones de tortugas careyes viven en áreas geográficas limitadas, sería perfectamente factible destruirlas a todas por completo por medio de la cacería.

En muchos lugares se recogen los huevos de tortuga para consumo humano. En algunas partes se recogen casi todos los huevos. Esto hace que queden muy pocos para los depredadores naturales y reduce aún más las oportunidades de que algunos puedan por fin incubarse con éxito y sobrevivir hasta llegar a transformarse en tortugas adultas. La gran disminución de tortugas golfinas se debe, sin duda, a la mencionada recolección de huevos. Esta es también la razón principal de la gran reducción en el tamaño de la población de las tortugas marinas baulas (o laúd).

El desarrollo costero, turístico, industrial y/o urbanístico, puede también reducir la capacidad de las tortugas para reproducirse con posibilidades de éxito. En muchas zonas costeras se han construido casas, hoteles e instalaciones marítimas sin tener en cuenta las alteraciones naturales que sufren las playas a causa de las corrientes oceáncias y de las tormentas. Muchas playas de desove han quedado muy reducidas o han desaparecido por completo. Aunque es posible que las tortugas se vayan de esas playas, el uso creciente de zonas costeras para viviendas, y para desarrollo industrial, está reduciendo rápidamente el número y el tamaño de las playas apropiadas para el desove de las tortugas.

La asfixia de las tortugas marinas capturadas casualmente en las redes de barcos pesqueros representa otro serio problema. En ciertos años, el número de tortugas asfixiadas es muy alto. Y aún en las ocasiones en que es bajo, su impacto también puede ser devastador o, al menos, podrá hacer más improbable la recuperación de una población ya amenazada. Por ejemplo, si las redes camaroneras continúan provocando la muerte por asfixia de las tortugas golfinas, esta especie bien puede llegar a extinguirse.

La degradación y la destrucción de los hábitats marinos significan largos períodos de peligro para las tortugas marinas. La destrucción de los arrecifes de coral causada por la contaminación, por dragado o por manejo descuidado de las anclas resta protección y fuentes de alimento a las tortugas marinas, especialmente a las careyes y a las caguamas.

Las masas de barro erosionado y los pesticidas arrastrados desde los campos agrícolas y las áreas urbanas también pueden causar destrucción de los arrecifes de coral y otras áreas marinas, entre otras razones porque reducen la cantidad de luz que necesitan los animales y las plantas de que se alimentan las tortugas marinas. Muy a menudo, los contaminantes del agua son asimilados por los organismos marinos inferiores y llegan a concentraciones altas en los niveles superiores de la cadena alimentaria. Así, una tortuga marina que se alimente de cangrejos, los cuales a su vez hayan comido otros animales o plantas contaminadas, adquirirá una dosis altamente significativa de contaminantes.

Finalmente, por cuanto las tortugas marinas son animales migratorios, constituyen en verdad un recurso común a muchos países. Las poblaciones de tortugas marinas que desovan en un país, en la mayoría de los casos se alimentan en las aguas territoriales de otro. Por esto no es suficiente que un país proteja las tortugas marinas mientras están en sus aguas territoriales si otro no lo hace cuando estas mismas tortugas están en las suyas. Esto es lo que ha ocurrido repetidamente en el pasado. Es evidente la necesidad de una cooperación entre los diversos países, si se pretende que las poblaciones de tortugas marinas se restablezcan.

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