Mares y Océanos

Autor: Jordi Miralles

El desarrollo del litoral marino

Cuando hablamos del litoral y, en general, del mar debemos precisar a qué zona nos referimos. El mar lo podemos delimitar de acuerdo con las directrices jurídicas que tipifican la zona marítimo-terrestre (la playa), las aguas interiores, el mar territorial, la zona económica y plataforma continental y, a partir de las 200 millas mayoritariamente, las aguas internacionales. Pero también lo podemos definir por sus características biológicas y entonces distinguimos entre las zonas neríticapelágica y batial.

En realidad, sea cual sea el concepto, la problemática ecológica marina la sufren básicamente las llamadas aguas costeras, pues concentran la mayor parte de las actividades de tráfico marítimo, de extracción de recursos pesqueros y minerales, de actividades recreativas, de vertidos y eliminación de desechos, de conservación del medio y defensa del litoral y de urbanización de la costa.

Cada mar u océano tiene su particular situación ambiental en función de sus características geográficas y ecológicas, las actividades humanas que se dan en el litoral y de la economía de los países ribereños. El Mediterráneo, por ejemplo, funciona casi como un mar cerrado. Sin embargo, recibe grandes cantidades de agua dulce a través del Danubio y los ríos rusos que desembocan en el mar Negro. Del océano Atlántico, a través del estrecho de Gibraltar, recibe agua más salada. Con estas condiciones particulares, el agua del Mediterráneo se renueva con una frecuencia de unos 97 años. Esto nos indica que vive sus ciclos particulares. Junto con esta circulación específica del agua está la de los seres vivos que migran entre el Mediterráneo y el Atlántico y junto a ellos se modifican estacionalmente las relaciones autoecológicas entre los seres vivos que lo habitan.

La región occidental del mediterráneo cuenta con unos 250 millones de habitantes repartidos en un 70% en los países del norte y en un 30% en los del sur. El impacto que recibe de la población se concentra sobre unos 7.5 millones de Km² con densidades medias de entre 2 (como en Argelia) y 190 habitantes por km² (caso de Italia). La influencia sobre esta región marina nada tiene que ver con la del mar Báltico, por ejemplo.

En todo caso, aunque el mar y el océano se nos presentan como una realidad contigua a la tierra ésta no es sino una porción de un sistema global cuyos mecanismos y reacciones son de carácter planetario.


La polución marina

Las vías por las cuales llegan al mar los productos contaminantes son numerosas. Aunque sin duda, la lluvia es uno de los principales agentes de dispersión. La limpieza salvaje de los tanques en alta mar y las descargas involuntarias aportan el 45% de la contaminación difusa de hidrocarburos. Los accidentes, en concreto el naufragio de superpetroleros, a pesar de ser localmente muy graves no aportan más del 20% de la contaminación por hidrocarburos, el resto procede de las operaciones de carga y descarga en puertos marítimos.

También se dispone de datos sobre la liberación de sustancias tóxicas al mar provenientes de fenómenos naturales tales como movimientos sísmicos o afloramientos geológicos. El efecto de la acumulación de sustancias tóxicas en el agua marina se detecta por la presencia de éstas en la carne de los peces. En el Mediterráneo, por ejemplo, en atún rojo, especie migradora y pelágica, que por tanto esquiva las altas concentraciones costeras, se han hallado valores que superan los 500 µg/kg. de mercurio con una media de entre 3 y 3.5 veces superior a los valores hallados en el Atlántico. Entre 1987 y 1988 más de 700 delfines embarrancaron en las costas del mar del Norte y murieron más de 15,000 focas comunes. Todos estos mamíferos marinos tenían niveles de PCBs y otros pesticidas significativamente elevados.

Otro indicador de la contaminación marina litoral es la eutrofización o aumento de la concentración de materia orgánica disuelta aportada por las aguas residuales urbanas. Sólo la cuenca mediterránea, con 46,000 km. de costa, recibe 2,500,000 de m³ de aguas residuales. En verano, por ejemplo, el litoral español con 1,200 km. de costa concentra 35 millones de turistas. En condiciones particulares, tales como quietud de las aguas y temperaturas elevadas, la gran abundancia de nutrientes pueden propiciar casos graves de polución orgánica, que se manifiesta con explosiones de algas marinas que pueden alterar la calidad de las aguas litorales. Este sería el caso de las famosas mareas rojas de algas tóxicas que afectan periódicamente algunas zonas costeras. Las áreas de producción mejillonera pueden padecer verdaderas catástrofes económicas frente a esta forma de contaminación biológica.

La polución orgánica en las áreas litorales también afecta a la calidad sanitaria para el baño debido a la gran concentración de bacterias colifecales que pueden ser perjudiciales para la salud humana. Finalmente, el mar también se ha convertido en diluyente de elementos radioactivos procedentes de las fugas en centrales nucleares, de los ensayos con bombas atómicas o de la lluvia radioactiva. Aunque la mayor parte de la radioactividad es debida a causas naturales, al menos un 1% deriva de la acción humana.


La sobrepesca

La actividad de la pesca se puede dividir en tres grandes grupos: la de arrastre o captura de las especies que viven masivamente situadas en el fondo y sus inmediaciones; la pesca de círculo por la cual se capturan las especies que forman bancos cerca de la superficie en aguas litorales o a mar abierto; y la pesca artesanal que utiliza desde grandes artes como las almadrabas hasta las pequeñas nasas, o el palangre (con el cual se extraen las merluzas de gran tamaño).

El agotamiento de los recursos pesqueros en los principales caladeros mundiales se perfila como uno de los problemas más acuciantes que padecen mares y océanos. Los avances tecnológicos no sólo en los sistemas de detección de los bancos de peces, sino también de los barcos factoría que pueden faenar, manipular y almacenar ingentes cantidades de pescado antes de regresar a puerto, ha permitido un aumento espectacular de los índices de capturas en las últimas décadas. Sin embargo, en los últimos cinco años se ha podido percibir que la pesca se ha reducido en los principales caladeros del mundo.

El pescado y los productos alimentarios de origen marino constituyen el 16% de las proteínas animales que se consumen en el planeta. Las repercusiones económicas tanto para los pescadores como para muchos pueblos que tenían como principal fuente de proteínas el pescado son ya estremecedoras, aunque sólo represente un 1% de la economía mundial. Tal como apuntábamos, el declive de la pesca se debe sobre todo al espectacular crecimiento entre 1970 y 1990 de la flota global y, especialmente, a la tecnificación del sector.

Pero la sobrepesca no sólo tiene efectos directos sino también indirectos. Una de las pérdidas más importantes de especies es a través de lo que se denomina la morraja; es decir, el pez que se desestima por falta de interés comercial en una redada. Sin ir más lejos, para pescar 1 kg. de gamba se destruyen alrededor de 30 kg. de pescados diversos que se vierten como residuo. Otra causa indirecta de alteración de los ecosistemas marinos son las famosas redes de deriva en alta mar. Se trata de enormes artes que pueden tener varios kilómetros que atrapan fauna marina de forma no selectiva. En 1990 la Administración americana calculó que las redes de deriva para la pesca de atún y calamares habían apresado a unos 42 millones de aves pelágicas, mamíferos marinos, tortugas, tiburones, etc.

Para que la pesca pueda entrar en una vía de uso sostenible se deberá, como mínimo, reducir la captura en los principales caladeros para que se recuperen. Esto supondrá cuantiosas inversiones para reconvertir las flotas y los pescadores que existen en la actualidad. Este es el camino que han emprendido países como Islandia, Taiwan, Canadá o Estados Unidos.


Caladeros de la Flota Pesquera

En el mundo más de 200 millones de personas dependen de la pesca e industrias anexas como modo de subsistencia. Esta dependencia de nuestra sociedad con la pesca ha supuesto también conflictos diplomáticos diversos por el hecho de que muchos países han reclamado el límite de la jurisdicción de las aguas marinas a 200 millas. Actualmente, son unas 120 las naciones que las ostentan. Esto ha provocado que algunos países con una importante flota pesquera vieran amenazada su actividad. Por su parte, los países con caladeros importantes defienden su posesión. Este sería el caso de España que cuenta con una importante flota y Canadá en cuyas aguas se encuentran algunos de los caladeros más productivos. La llamada “guerra del fletán” fue una acción defensiva canadiense para frenar el agotamiento de los recursos pesqueros de sus aguas territoriales.


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